Donald Trump es, indiscutiblemente, el mayor farsante en la historia mundial.
En solo cuatro años de presidencia, The Washington Post determinó que mintió 30,573 veces, y seguramente superó esta dudosa cifra durante los cuatro años que ha estado fuera del cargo.
Desafortunadamente, la inmersión de nuestra nación en la desinformación está a punto de empeorar significativamente. Antes de la toma de posesión de Trump, Meta, la empresa matriz de Facebook e Instagram, anunció que eliminaría a los verificadores de datos. En nombre de la “libertad de expresión,” Estados Unidos está a punto de ahogarse en un mar de información falsa.
Wired informó que ahora Meta parece permitir que los usuarios acusen a personas transgénero o gays de tener enfermedades mentales debido a su expresión de género y orientación sexual.
Esta decisión moralmente repugnante del CEO de Meta, Mark Zuckerberg, quien vergonzosamente adula a Trump, es un exponente del grave daño social causado por las redes sociales. También resalta la necesidad de regular estrictamente esta nefasta industria antes de que destruya aún más las naciones libres y democráticas.
Si crees que las redes sociales son inofensivas, te sugiero que prestes atención al reciente golpe de estado en Corea del Sur, donde el presidente Yoon Suk Yeol fue destituido después de declarar la ley marcial y luego dar marcha atrás debido a la protesta pública. Al igual que la insurrección del 6 de enero en Estados Unidos, con los extremistas partidarios de Yoon gritando “detengan el robo”, el presidente renegado de Corea del Sur casi puso fin a la democracia apoyándose en sus fervientes seguidores radicalizados por las redes sociales.
“El de Yoon es probablemente el primer golpe del mundo instigado por adicciones a los algoritmos,” dijo Hong Sung-guk, ex legislador y columnista. The New York Times informó:
Alrededor del 53% de los surcoreanos dicen consumir noticias en YouTube, una cifra superior al promedio del 30% en los 46 países encuestados, según un informe de 2023 de la Fundación de Prensa de Corea.
Los analistas temen que las burbujas de información alimentadas por algoritmos —donde a las personas se les presenta contenido similar al que han mostrado interés anteriormente— estén ayudando a dividir a la nación. El lenguaje y las teorías conspirativas adoptadas por Yoon y sus seguidores reflejan las difundidas por los YouTubers de derecha.
¿Te resulta familiar?
Es hora de que tengamos un debate serio sobre la prohibición de los algoritmos de las redes sociales. Si prohibimos la venta de heroína y cocaína crack en las tiendas, ¿por qué permitimos que empresas codiciosas lucren al enganchar a las personas en el extremismo político?
Facebook, por ejemplo, ayudó a Trump a ganar en 2016 al permitir que los rusos inunden el sitio con propaganda de Putin, diseñada para perjudicar a Hillary Clinton y hacer que los estadounidenses se odiaran entre sí. Esto, claramente funcionó.
Un informe del fiscal especial Robert S. Mueller III concluyó que “Rusia utilizó filtraciones de correos electrónicos, propaganda y redes sociales para avivar divisiones sociales” con el fin de socavar las elecciones estadounidenses.
Las redes sociales también son responsables de disminuir la autoestima de los niños, lo que a menudo conduce a una grave depresión y disfunción. Si eso no fuera suficiente, los sitios de redes sociales ocasionalmente son cómplices de genocidios. El Museo Conmemorativo del Holocausto escribió:
Casos recientes —incluidos Sri Lanka, Birmania, India y Etiopía— han generado alarma sobre la influencia de las redes sociales en la violencia grupal a gran escala. Desde la difusión de desinformación y discursos de odio, hasta ayudar a los perpetradores a identificar a personas asociadas con ciertos grupos u opiniones, y permitir la coordinación de ataques de turbas, parece haber múltiples formas en que las plataformas de redes sociales, como Twitter, Facebook e Instagram, podrían alimentar o exacerbar riesgos de atrocidades.
Si las redes sociales causan decadencia y división social, conectan grupos de odio y células terroristas, crean inestabilidad política, perjudican a los adolescentes y a veces conducen al genocidio, ¿cómo justificamos no regularlas?
Recuerdo la horrible epidemia de crack, pero los efectos de las redes sociales son peores. Claro, la epidemia de drogas envió a personas rotas a las casas de crack, pero no causó que irrumpieran en la Cámara de Representantes para detener la transferencia legal del poder presidencial.
Para contener al monstruo en línea, podemos comenzar prohibiendo los algoritmos de redes sociales. En este momento, si un adolescente solitario se topa con una publicación nazi en las redes sociales y lee el contenido por curiosidad, la plataforma comenzará a enviarle al joven más contenido cargado de odio.
Este proceso no regulado a menudo crea una peligrosa espiral. Puede llevar a que tu hijo quede atrapado en una burbuja de desinformación que distorsiona la realidad y fomenta comportamientos antisociales. Y así, presto, un nuevo extremista ha sido creado, y la sociedad sufre las consecuencias. Este mismo proceso suele ocurrir con personas mayores que caen presas de delirantes mundos paranoicos virtuales, reforzados por Fox News.
Aquellos que se oponen a prohibir los algoritmos gritarían “¡libertad de expresión!” Sin embargo, los algoritmos tienen el efecto opuesto de distribuir opiniones variadas. Obligan a consumir contenido predecible, impiden la exposición a nuevas ideas y crean comunidades insulares con mentalidades de colmena. Evitar que los algoritmos corrompan las mentes no afecta la libertad de expresión, ya que el usuario aún puede buscar el contenido que desee por su cuenta.
Lo que las empresas avariciosas temen realmente es no maximizar las ganancias si no pueden enganchar a usuarios desprevenidos con contenido dañino al colocarlo irresponsablemente frente a sus ojos. (Cuanto más tiempo pasen los usuarios en las redes sociales, más ingresos publicitarios recaudan).
De hecho, prohibir los algoritmos ampliaría enormemente la libertad de expresión. Actualmente, sitios como X, YouTube, Instagram y Facebook tienen demasiado poder sobre quién es escuchado y quién tiene éxito en el mercado en línea.
El sistema actual, desafortunadamente, favorece en gran medida la promoción de conservadores que idolatran a las corporaciones, cuyos puntos de vista socialmente opresivos son perjudiciales para la democracia.
El ejemplo A del abuso de algoritmos es el dueño de X, Elon Musk, de piel extremadamente fina. Se presenta risiblemente como un paladín de la libertad de expresión, pero prohíbe, suspende o silencia con liberalidad a usuarios que no están de acuerdo con sus opiniones o critican su comportamiento, a menudo cuestionable. Forbes informa que las suspensiones de cuentas se han triplicado en X, anteriormente conocido como Twitter, desde que Elon Musk, el supuesto ícono de la “libertad de expresión,” asumió el control de la compañía.
No, Musk no está interesado en compartir puntos de vista diversos. En cambio, ha creado una plataforma tóxica diseñada deliberadamente para darle el megáfono más grande del mundo, donde puede acallar y acosar a sus detractores, al tiempo que degrada el debate público.
Por ejemplo, en 2023, Elon Musk asistió al Super Bowl con el fundador de Fox News, Rupert Murdoch. Durante el juego, se enteró de que un tuit previo al partido del presidente Joe Biden había recibido el triple de vistas que los suyos. Musk dejó el juego temprano para volar a San Francisco, donde convocó enojado a aproximadamente 80 ingenieros para ajustar la plataforma y asegurarse de que sus publicaciones en línea recibieran la mayor cantidad de vistas posibles.
The Guardian informó: “los ingenieros implementaron entonces un nuevo algoritmo que infló artificialmente los tuits de Musk por un factor de 1,000, asegurando que más del 90% de los 128.9 millones de seguidores de Musk los vieran.”
Claramente, Musk es un tramposo que no tiene ningún interés en la libertad de expresión y disfruta manipular el juego a su favor. Aprovecha inescrupulosamente sus miles de millones para explotar injustamente los algoritmos, asegurándose de que su mensaje tenga primacía a expensas de sus competidores.
El resultado de las artimañas egotistas de Musk ha sido devastador para la sociedad, inundando al mundo con las extrañas divagaciones de un hombre crónicamente deshonesto, socialmente torpe, emocionalmente inmaduro, y cada vez más inestable. Su abuso flagrante de los algoritmos y su multiplicación de falsedades no solo han pervertido la política estadounidense, sino que están contaminando cada vez más a otras naciones, más recientemente al Reino Unido.
Trump es otro maestro de la tergiversación que ama proclamar la “libertad de expresión” cuando le conviene. En Estados Unidos, las elecciones son el ejemplo supremo de libre expresión, y cuando Trump no estuvo de acuerdo con los resultados en 2020, organizó un golpe de estado para permanecer en el poder. La única opinión que respeta es la suya, y no tiene interés en la libertad de expresión a menos que consolide su poder.
Para ser justos, estoy en las redes sociales diariamente y disfruto de sus beneficios. Facebook, por ejemplo, es como una guía telefónica internacional donde uno puede reconectarse con viejos amigos y seguir en contacto con los nuevos. Me gusta ver gatos esponjosos y perros de caras chatas en Instagram o ver el último baile de moda en TikTok.
Sin embargo, con la intrusión de algoritmos nocivos, lo malo que encontramos en línea hoy a menudo supera lo bueno. La experiencia actual en las redes sociales hace más probable el poner a tu hijo en contacto con pedófilos como con mascotas adorables. Permite que extremistas paranoicos regugiten conspiraciones mortales y mentiras peligrosas. Este problema se intensificará enormemente con los titanes de las redes sociales proporcionando una considerable suma de 200 millones de dólares para el comité de inauguración de Trump.
Es hora de prohibir los algoritmos que destruyen la cohesión social y otorgan demasiado poder a quienes controlan la plaza pública digital. El abandono de los verificadores de datos por parte de Facebook es una advertencia de que enfrentaremos las consecuencias si no tomamos medidas decisivas para frenar a las empresas de redes sociales y sus algoritmos dañinos.
Wayne Besen es el director ejecutivo de Truth Wins Out, una organización sin fines de lucro LGBTQ con sede en Delray Beach. Es el ex portavoz de Human Rights Campaign, la organización de derechos LGBTQ más grande del país. Su Substack no tiene muro de pago.
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